Organizaciones internacionales como la AIE (Agencia Internacional de Energía) y la industria petrolera BP calculan que para el año 2040 la demanda mundial de energía aumentará entre un 35% y 40%. La mayor parte de ese consumo provendrá de países desarrollados. También se espera que alrededor del 37% de la generación eléctrica provenga de fuentes renovables, particularmente la eólica y la solar. En la actualidad, casi el 23% de la electricidad consumida en el planeta se genera a partir de este tipo de fuentes.
Existen distintos sistemas e innovaciones que permiten aprovechar la energía proporcionada por el viento, el sol, el agua de lluvia, el interior de la tierra o las olas del mar. Pero, también hay otras fuentes naturales que permiten generar energía inagotable y sin dañar el medio ambiente. Estas son mucho más inusuales y no han logrado ser explotadas aún. Y son conocidas como tecnologías pasivas, pues se activan sin ni siquiera ser conscientes de ello.
Así, la basura que generamos, el movimiento de los humanos, el calor que emerge de los crematorios y otros, pueden producir energía.
Estas alternativas verdes podrían ayudar en un futuro a la transformación actual para liberarnos de la dependencia de los combustibles fósiles, y por ende, mejorar las condiciones de vida en el planeta.
Los humanos generamos energía cinética, aquella que un cuerpo genera a causa de su movimiento. Partiendo de este hecho como base fundamental, existen actualmente maneras novedosas de producir energía. Uno de ellos sería transformado la energía cinética en electricidad.
Como ejemplos prácticos de esto tenemos los siguientes:
Desde hace unos 5 años, la cremación también ha sido utilizada como una fuente de energía verde y sostenible.
Todo empezó en Suecia, en el pequeño pueblo de Halmstad. A raíz de una investigación que se le realizó a un crematorio del pueblo, lograron determinar que este contamina demasiado. Fue entonces cuando se diseñó una forma de reciclar el calor que desprenden los hornos y aprovechar esa energía.
Este proceso denominado “captura de calor” pronto se convirtió en una novedosa posibilidad de energía en diferentes partes del mundo, como Dinamarca y Reino Unido.
La basura también está incluida entre las novedosas formas de generar energía verde. En la última década se han hecho distintas investigaciones sobre el tema, también se han desarrollado diferentes tecnologías que permiten generar energía a partir de los desechos.
Y es que este manejo de la basura reduce los impactos ambientales, mediante el tratamiento y control de las emisiones líquidas y gaseosas.
Dentro del mar podemos encontrar inesperadas fuentes de energía, como las medusas y algas marinas. Las medusas no son los únicos seres marinos llamados a convertirse en una fuente de energía. En el caso de las algas marinas, más concretamente, las microalgas, tienen el potencial de convertir la luz del sol en energía.
Algunas de ellas almacenan esta energía en forma de aceites naturales. De esta forma, y con las condiciones indicadas, las algas pueden llegar a generar una enorme cantidad de dicho aceite que se puede emplear como biocombustible.
Un grupo de científicos de la Universidad de Tecnología de Chalmer, Suecia, se encuentran desarrollado una serie de dispositivos biomecánicos flotantes que tendrán la capacidad de establecer interacción con las propias microalgas, obteniendo una buena dosis de energía a partir de las bacterias con capacidades 100% fotosintéticas
Es más, se proyecta como una fuente de biotecnología con bacterias, capaces de generar energía limpia aun sin tener una fuente de luz próxima.
Arthur Kay, un emprendedor perteneciente al Reino Unido es uno de los principales actores del movimiento de combustibles 100% limpios. Él pretende que los emblemáticos autobuses rojos turísticos de Londres llenen sus motores con café.
Su compañía, Biobean, utiliza los pozos de café pertenecientes a las grandes compañías internacionales de cafeterías, como Costa Café, y los transforma en una especie de gasolina. En ciudades como Londres, donde es importante mejorar la calidad del aire, esta idea podría resultar vital para la salud de sus ciudadanos.
Para hacer las barras de chocolate, no hace falta todo el fruto del cacao; la cáscara se desperdicia. Por esta razón, Nestlé España, junto a la compañía de servicios energéticos Bioenergy Iberica aprovecharán este elemento para hacer combustible.
Esto será posible gracias a la implementación de calderas de biomasa, que calentará la cáscara y aprovechará su poder calorífico para crear un biocombustible que tostará el cacao usado para el chocolate. Nestlé España se propuso que para el 2050 sus emisiones de carbono sean 0 y con la cáscara del cacao han dado un paso gigante.
Apostar por las tecnologías pasivas y sobre todo por aquellas energías limpias que no han sido aún explotadas es pensar en el futuro. Conocer, promover, comprender, aplicar y potenciar el uso de nuevas energias contribuye al proceso de transformación energética.
Una de las mayores ventajas de la energía nuclear - la cual representa aproximadamente el 10% de la producción mundial de electricidad - es que no libera directamente CO2 (dióxido de carbono) a la atmósfera.
Incluso si se analiza su ciclo de vida, teniendo en ponderación las emisiones vinculadas a la extracción del uranio o al hormigón de las centrales, produce muy pocos gases de efecto invernadero. Mucho menos que el gas, el carbón o incluso, sorprendentemente, menos incluso que la propia energía solar. La energía nuclear progresa en la mayoría de pronósticos y escenarios expuestos por expertos climáticos de la ONU (IPCC). Y puede limitar el calentamiento del planeta Tierra a 1.5° C, para finales del siglo XIX.
foto BBVA
Así pues el OIEA (Organismo Internacional de la Energía Atómica) incrementó sus proyecciones por primera vez desde el 2011, donde ocurrió la catástrofe de Fukushima y prevé ahora que la capacidad instalada se duplicará para el año 2050 en el escenario más favorable.
Científicos del IPCC reconocen además, que el futuro despliegue de la energía nuclear puede verse muy limitado por las preferencias de la sociedad actual. En ciertos países, sigue viéndose con mala imagen a causa de los distintos riesgos de catástrofe o el problema de la larga vida radioactiva de los residuos.
En las reuniones de la UE, la división es tanta que intensifica los debates sobre si considerar el sector nuclear como una actividad gratificante para el medio ambiente y el clima. Alemania tomó la decisión de abandonar progresivamente esta fuente de energía, sustituyendo sus centrales por renovables variables y gas natural, todo esto debido a la catástrofe que se originó en Fukushima, pero la actual crisis energetica causada por la invasión de Ukrania ha forzado al gobierno alemán a retrasar el cierre de sus dos últimas centrales nucleares: Isar 2 y Neckarwestheim 2.
Tampoco hay unanimidad entre la opinión pública. Naciones de Europa central como República Checa, han tomado la energía nuclear como una fuente de electricidad fiable y relativamente barata, adentrándose en proyectos que dotarán a su país con más centrales nucleares para la generación de electricidad a gran escala.
La energía nuclear es la energía que menos minerales necesita extraer para poder producir una determinada cantidad de electricidad, como explica un reciente informe lanzado por la AIE (Agencia Internacional de la Energía).
Además, según el centro común de investigación (JRC) divulga que “los análisis realizados a esta energía, demuestran que las medidas primordiales para evitar impactos radiológicos debido a la extracción del uranio, la operación de plantas nuclear y los tratamientos de excipientes radioactivos, pueden ejecutarse usando la tecnología existente a costes razonables”.
Además, confirman que “el almacenamiento de dichos excipientes que tengan un alto nivel y larga vida en formaciones geológicas es el medio apropiado y seguro para aislarlos de la biosfera durante escalas de tiempo muy largas”
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A pesar de los informes de la AIE y las investigaciones de la JRC sobre las medidas para evitar los impactos radiológicos de los residuos radiactivos, no es mentira que sus costes de almacenamiento y la huella que emite al medio ambiente tampoco pueden ser desdeñados.
La entidad pública española encargada de la gestión, recogida, transporte y almacenamiento de estos residuos peligrosos, Enresa, realizó la memoria anual del 2020. En ella, se expresa que por los residuos de muy baja, baja y media actividad (RBMA), los cuales poseen un periodo de semidesintegración de no más de 30 años, se almacenaron con un volumen total de 2.374,57 m³. De dicha cantidad, 2.277,35 m³ fueron procedentes de centrales nucleares.
Por otra parte, la gestión de los residuos de alta actividad (RAA y RE) - aquellos con un periodo de desintegración muy alto, superando los miles de años - se realiza en España en las piscina propias de las centrales nucleares. Esto hasta que el 7mo Plan General de Residuos Radiactivos (aún en trámite) defina cuáles serán las próximas estrategias. Según el inventario nacional realizado por Enresa, en el 2018, España generó un volumen de 7.500 m³ de residuos RAA y RE.
Según la evaluación realizada en el 6to Plan de Gestión de Residuos, y en el informe anual de Enresa de 2020, la conducción de los excipientes producidos por las centrales nucleares supondrá un mega gasto de 15.195 millones de euros desde el 2021 hasta el año 2100, desconociendo el informe que sucederá a partir de dicha fecha. Una parte proviene de la “tasa Enresa”, por la cual los dueños de las centrales pagan por esta gestión. La otra parte de la gestión la pagan todos los consumidores eléctricos a través de sus facturas.
Mediante la ley 54/1997 del Sector Eléctrico, el gobierno español elevó en el año 2019 la tasa en un 19,28%, llegando el pago de la prestación a unos 7,98 euros por cada MWh generado en las plantas nucleares. Cabe destacar que esta tasa no había sido revisada desde el año 2010. La nueva revisión acarreó, unida a otras tasas, que los ingresos netos anuales de Enresa alcanzarán en el 2020 los 468 millones de euros. Todo esto no solo se destina a la gestión de residuos, también al desmantelamiento de instalaciones y asignaciones de presupuestos a los municipios donde se ubican esas centrales.
Adicionalmente, según la memoria de 2020 de Enresa, gran parte de los excipientes fueron exportados a Francia, pagándoles por su acumulación un total de 96 millones de euros pertenecientes a la fianza diaria de 76.618 Euros. Dicho importe alcanzó para el 2021 los 110 millones de euros.
Al día de hoy, para el conglomerado de países pertenecientes a la Unión Europea, la energía nuclear provee un 26% de la producción eléctrica. A su vez, se estima que hará falta duplicar la generación de electricidad para los próximos 30 años. Teniendo en cuenta el proceso de transición y la situación actual de los parques centrales nucleares, el comisario europeo del Mercado Interior, Thierry Breton, ha presentado una propuesta.
En ella procura la clasificación del gas natural y la energía nuclear como energías verdes y necesarias para la descarbonización de la economía. Brenton menciona que los expertos pronostican que el peso de la energía nuclear pasaría a menos del 15% para el año 2050.
Sin embargo, debido a la creciente necesidad de electricidad y al exponencial aumento en los años venideros, el comisario insiste en que habrá que incrementar la producción de energía nuclear. Sobre todo, si algunas de las centrales más antiguas van a cerrar en los próximos años.
Por eso, insiste en incluir “la nuclear en la taxonomía para permitir atraer todos los capitales que se necesitará” y prevé una intensa carrera para atraer inversores por parte de las diversas fuentes energéticas. Por último, señala que hacen falta:
Las desigualdades de criterios entre países, gremios, y organismos sobre la factibilidad económica, social y ambiental que origina la explotación de la energía nuclear para la obtención de electricidad, es indudable son muchos los retos, pricipalmente su seguridad y el tratamiento de sus residuos, pero la actual crisis pone de manifiesto su importancia como paso intermedio para reducir cuanto antes las emisiones de otras fuentes más contaminantes mientras se siguen desarrollando las energias renovables.
El minado de criptomonedas, esencialmente la industria del bitcoin, consume más energía eléctrica al año que países como Suiza, Argentina o Finlandia. Así lo afirma un reciente análisis elaborado por el Centro de Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge (CCAF, por sus siglas en inglés) y difundido por la BBC.
El proceso de minado de criptodivisas consume mucha electricidad. Las máquinas y servidores encargados de minar o extraer los bitcoin se conectan a una gran red de criptomonedas. Su trabajo es verificar cada una de las transacciones hechas por personas que envían o reciben divisas, es un proceso que implica resolver complejos algoritmos y acertijos matemáticos.
A fin de aumentar sus ganancias, los mineros unen cada vez más ordenadores, con el objetivo de aumentar las posibilidad de obtener bitcoins. Y dado que estos equipos trabajan día y noche para completar los rompecabezas, el consumo eléctrico es severamente alto.
Según los investigadores de la universidad, este proceso de minado de bitcoins usa alrededor de 121,36 teravatios/ hora (TWh) de electricidad al año, lo cual origina un récord de consumo que produce un gran impacto en el medioambiente.
Existe una gran diferencia entre la huella del carbono y los altos consumos de energía, entendiéndose como huella de carbono “la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto”, medida con un indicador bajo este nombre.
Según un informe publicado por el sitio especializado en criptos Digiconomist, la huella de carbono de la minería de bitcoins supera los 17.000 kilotoneladas de CO2 al año. Dicha cifra está literalmente muy por encima del consumo anual de dióxido de carbono en 2015 de países como Lituania o Eslovenia, y superior al consumo de CO2 de regiones y comunidades autónomas españolas de Aragón y País Vasco en el mismo año.
Digiconomist también estima que en la actualidad el gasto eléctrico en el proceso de minado de bitcoin supera a países como Dinamarca, Bielorrusia y Bulgaria, y supone más del 15% de Australia, 10% de Reino Unido y más del 25% de Holanda.
Además, si el volumen de transacciones por segundo asciende a 400, lo que equivaldría a sólo una quinta parte de lo que genera Visa, el proceso de minería gastaría 30.582 megawatts de electricidad por mes. Esta cantidad de consumo de energía eléctrica excede el suministro de electricidad de muchos países europeos.
Algunos expertos advierten la necesidad de evitar que continúe esta tendencia alcista en el consumo eléctrico para obtener la moneda. Y es que aunque el sistema de bitcoin es descentralizado, necesita mejorar su mecanismo de recompensa y procesos de minería orientado a ser energéticamente más eficientes para reducir su huella de carbono global.
Nic Carter, fundador de la firma de capital de riesgo especializada en Blockchains Castle, Island Ventures, argumenta que aunque es verdad que la mayor parte de la energía eléctrica que se produce proviene de combustibles fósiles como el carbón, gas o petróleo, también se usan algunas energías renovables (como la eólica, hidroeléctrica o nuclear).
Por ejemplo, en China existen mineros que aprovechan la energía hidroeléctrica excedente en las represas para generar bitcoins. Si no la usaran, esa energía sencillamente se desperdiciaría.
Otro caso proviene de ciertos mineros que capturan el metano quemado o descargado (subproducto generado de la extracción de petróleo) y lo usan para generar la corriente que necesitan sus computadoras.
Un estudio comparativo lanzado recientemente por la Universidad de Cambridge, muestra una estadística sorprendente, mencionando que al día de hoy, el 76% de los mineros de criptomonedas consumen electricidad a través de fuentes de energías renovables como parte de su combinación energética.
El estudio constató que más del 39% de la energía total consumida por las monedas PoW, incluyendo BTC (Bitcoin), ETH (ETHERUM) y BCH (Bitcoin Cash) proviene de fuentes de energías verdes.
Además, identifican a la energía hidroeléctrica como la fuente más común utilizada por los mineros, llegando a casi un 62%. Las fuentes de gas y carbón ocupan el segundo y tercer puesto con 38% y 36%, respectivamente. Otras energías como la eólica, solar y petrolera también son muy comunes para los mineros de criptos.
Por último, el informe divide el consumo de energía por región, señalando que los mineros de Asia, Europa, América latina y América del norte usan un porcentaje igual de energía hidroeléctrica si se compara con la electricidad proveniente de otras fuentes como gas natural, viento y petróleo.
Según el profesor, este modelo “no gasta casi energía” porque no incentiva a derrochar un gran volumen energético en su producción, ya que los mineros trabajan en igualdad de condiciones.
RMI, Energy Web y Alliance for Innovative Regulation anunciaron el pasado octubre de 2021 el acuerdo “Crypto Climate Accord”. Un proyecto creado en base al Acuerdo de París y que busca descarbonizar la industria de minería de criptomonedas en un tiempo récord usando energías 100% limpias.
Entre los objetivos del acuerdo se concentra que todas las Blockchains del mundo funcionen en un 100% con energías renovables para el 2025. Además, lograr cero emisiones de contaminantes en la industria de criptomonedas, junto con las operaciones comerciales fuera de las cadenas de bloques para el 2040.
Hasta ahora, más de 20 individuos y empresas de la industria de monedas digitales, tecnología, energía, finanzas y clima han firmado el acuerdo.
Las claves son cambiar los algoritmos para que se consuma mucha menos energía pues el modelo actual no es escalable y tratar que esa energía sea de origen renobable para reducir en la medida de lo posible su gran impacto en nuestro medio ambiente. Si se implementan esta medidas, el mundo de las monedas digitales dañaría menos el planeta pero es un esfuerzo que se debería abordar a nivel global. Sin duda, la misión es complicada, pues todavía existen muchos estados que a pesar de que realizan muchas transacciones con ellas, siguen sin implementar las medidas necesarias.
Hemos visto cómo en estós últimos años las tarifas de la luz se han disparado incontrolablemente. Y lo peor, es que aunque parece que todos sabemos cuál es el problema, nadie soluciona nuestra dependencia energética.
En la actualidad, España compra el 74% de la energía que consume, quedando sumida en la incertidumbre de un precio fuera de su control, que varía por variables externas como la guerra de Ucrania o las relaciones con paises como Argelia. Y lo peor, es que destinamos nuestros fondos a una energía que proviene de combustibles fósiles.
Según empresas del sector, la mejor apuesta para reducir nuestra elevada factura de la luz actual es invertir decididamente en la continua expansión de las renovables, así como en la producción para consumo propio e incluso para exportación. Según porfesionales del sector, las renovables serían todo ventajas, ya que:
El precio de la luz que compramos depende del precio del gas natural. Y según los datos de MIBGAS, la tarifa del gas también está en niveles nunca antes vistos. En años pasados, ciertas condiciones climáticas como la tormenta filomena o picos de demanda en épocas de calor han hecho que necesitemos más de él para cubrir nuestras necesidades eléctricas.
En dichos días, las alternativas verdes y la nuclear no son suficientes para cubrir el exceso de demanda, por lo que toca recurrir al gas, aunque esté costoso, para abastecer a toda la población. Y su uso además conlleva al pago de un impuesto asociado por las emisiones de CO2 generadas, elevando aún más el precio de la factura de luz.
El factor decisivo que ha terminado de disparar el precio ha sido la falta de suministro de gas en Europa. La invasión de Ukrania ordenada por el presidente Putin a desencadenado en la drástica reducción de las importaciones de gas de Rusía que era su principal proveedor. En España recibimos el gas de Argelia, pero recientes tensiones diplomáticas y la escasez global por la guerra han causado un aumento nunca antes visto de su precio.
Ya en la segunda mitad del año 2021 los precios no paraban de subir. Según la OMIE, solo en julio del 2021 se registraron 11 de los 16 precios más altos desde 1998. Este subidón llevó a tomar medidas gubernamentales drásticas, tales como la suspensión del impuesto del 7% a la generación eléctrica durante tres meses. Esto por supuesto quedó superado con creces en este año, y la nueva medida adoptada por el gobierno de España y Portugal tras negociaciones con la comisión europea ha sido fijar un tope al gas.
Todo esto en un esfuerzo por compensar los altos costos, causados en gran medida por los precios altísimos también registrados en el gas natural y de los derechos de emisión de CO2. Claramente el caso de España no es algo aislado. Todas las naciones europeas se han visto afectadas por estos aumentos. Italia, por ejemplo, en el pasado mes de mayo, según datos de Red Eléctrica de España, tenía unos precios de luz que rondaban los 230 euros/MWh y Francia los 197 euros/MWh.
Ambos por encima de los 187 euros/MWh de España y Portugal. Aún con el tope al gas estamos por encima del resto de grandes paises europeos, como por ejemplo los 177 euros/MWh de Alemania o los 147 euros/MWh del Reino Unido.
La escalada parece no tener freno y lamentablemente para los bolsillos de los consumidores, estos precios podrían seguir subiendo.
La guerra no parece que vaya a terminar en el corto plazo y los altos niveles de consumo de gas son estacionales, siendo mayores durante invierno, cuando normalmente hay un alto pico, y otro un poco menor durante el verano. Se anticipa que cada vez recibiremos menos gas ruso y tanto nosotros como Europa dependeremos en gran medida de las condiciones climáticas que enfrentemos, y de contar con energías renovables que contrarresten los consumos de gas. La eólica parece ser un gran apoyo para estos meses.
Si el clima acompaña, se podrá generar electricidad a menor costo. De lo contrario, la demanda se dispararía, no teniendo más opción que recurrir al gas, cayendo en los altos costes que esto implica.
En 2017 el precio del gas se había mantenido en el rango de los 20 a 30 euros el megavatio hora. Pero esos precios ya son historia , con un precio de MIBGAS fijado para el proximo noviembre de 105 euros/MWh. Expertos del sector no predicen una bajada en el corto plazo.
Las fuentes alternativas representan una excelente oportunidad que el país no debe desaprovechar para darle la vuelta a la situación de la electricidad de una vez por todas. No solo hablamos del autoconsumo de viviendas aisladas o comunidades grandes y autónomas. El país cuenta con todo lo necesario para que este camino resulte todo un éxito: tecnología, personal calificado, empresas maravillosas, vastos terrenos, seguridad administrativas, y algo muy importante, la gran cantidad de horas de sol al año.
Si bien las renovables han venido creciendo paulatinamente en los últimos años, España puede contar con orgullo que a pesar de todas sus dificultades, que ya en 2021 cerramos como el año de la energía más “verde” gracias al récord en generación eólica y solar fotovoltaica, según informa REE.
De igual forma, reportan que en total, las renovables cubrieron una cuota del 46,6% del total nacional. Se generaron 110.450 GWh a partir de recursos naturales e inagotables como el viento, el sol y el agua, lo que supone un incremento del 9,9% respecto a los datos de 2020. En momentos puntuales las renobables llegaron a cubrir el 100% de la demanda y las renobables ya superan a la energía nuclear y al gas juntos.
El futuro es cada vez más verde, y las energías limpias seguirán ganando terreno. Y solo los países con mejor preparación en este campo podrán aspirar a producir energía para consumo propio e incluso exportación.
Cabe destacar que el país se encuentra muy bien posicionado en cuanto a la capacidad instalada de renovables, cerrando 2021 con 64.182 MW verdes instalados. Esto hace de España el número 8 en el mundo con mayor capacidad renovable.
Para un país que apenas produce un cuarto de la energía que consume, aparentemente hay un muy largo camino hacia la independencia energética. Pero la verdad, si se sopesa el panorama actual, la decisión y el plan de acción parecen bastante claros.
Nos debatimos entre olvidarnos de vivir a merced de situaciones geopolíticas, vaivenes de mercado y precios sin control, para seguir usando una energía basada en combustibles fósiles que siguen dañando el planeta y dificultan los objetivos de descarbonización. Y una apuesta segura en la que todos ganan: autosuficiencia, crecimiento económico y social gracias a la generación de empleos en medios rurales y de ingresos seguros para propietarios agrícolas.
La dependencia energética española podría quedar en el pasado si las renovables ganan terreno en el mix anual. De hecho, incluso tenemos la capacidad de convertirnos en exportadores de energía.
Una reforma integral que acelere la transición a energías renovables, limpias, económicas y autosuficientes se hace necesaria para hacer de esta una posible solución a largo plazo. De igual manera, hace falta aumentar la capacidad instalada, la investigación y desarrollo de sistemas de almacenamiento, favoreciendo energías como el hidrogeno verde para dar grandes soluciones al autoconsumo comunitario y al sector movilidad.
Se trata de ampliar la producción nacional y apostar de verdad por el autoabastecimiento de energías sostenibles, asegurando un suministro que incluso nos abra puertas para la comercialización a nuestros socios comunitarios.
La energía solar térmica, también llamada termosolar o termoeléctrica, aprovecha el calor del sol para poder producir electricidad 100% limpia a gran escala. Es una fuente de energía totalmente sostenible, económica y, lo más importante, ilimitada. Existen distintas formas de absorber, almacenar y disponer esta energía, siendo dos de las más importantes las tecnologías de torre central y cilindros parabólicos.
España es uno de los países europeos no desérticos con mayor cantidad de horas de sol al año (entre 2.500 y 3.000 horas). Meses como junio, julio y agosto los más soleados (unas 15 horas de sol al día). Estas ventajas medioambientales suponen una enorme rentabilidad en cuanto a la inversión de plantas termosolares en el país.
Además, según el informe del sistema eléctrico de España realizado por la Red Eléctrica de España (REE) durante el 2020 la energía termosolar generó unos 4.538 MW. Esto representó el 85% de la capacidad máxima que se obtuvo en el 2017 con 5.347 GW/h.
Por su parte, en enero de año 2021, se instalaron unas 50 plantas termosolares, produciendo solo entre ellas unos 2.300 MW. Esta capacidad de producción representa un 0,46% del total de la generación eléctrica a nivel nacional.
La energía fotovoltaica también usa la energía del sol y la transforma en electricidad a través de un dispositivo electrónico semiconductor llamado celda fotovoltaica. En cambio, la energía solar térmica se transporta a través de un portador de calor que, en este caso, suele ser un aceite térmico.
La energía termosolar se produce siguiendo este circuito:
Los colectores pueden ser de distintos tipos. Todo dependerá de la temperatura que recolecten o la funcionalidad y/o forma que posean.
Esta forma de generar energía a gran escala es similar al de las centrales térmicas que emplean carbón o las plantas nucleares que utilizan átomos de uranio como fuentes de electricidad, pero, en el caso de la termosolar, esta se obtiene de una forma más eficiente y limpia que las antes nombradas pues ni consumen combustible ni generan ningún tipo de residuos.
Las plantas de energía térmica tienen la capacidad de producir electricidad sin emisiones contaminantes, gracias al recurso inagotable de los rayos del sol. Los principales beneficios de este tipo de tecnología frente a las convencionales son:
Las compañías españolas se encuentran presentes en más de las tres cuartas partes de los proyectos mundiales, con 49 plantas termosolares operativas que generan en total unos 2,3 GW de potencia. España se encuentra como líder mundial en cuanto a capacidades tecnológicas en energía termosolar, transformándose así en un éxito de exportación de tecnología.
Además, existen posibilidades de ampliar las plantas existentes para distribuir más energía renovable nocturna y así superar el 35% actual de generación de renovable tras la puesta de sol.
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) presenta una hoja de ruta para la descarbonización total del país, apoyándose en el despliegue de la eficiencia energética y las energías renovables. Para la termosolar, se contempla añadir unos 5.000 MW hasta 2030, lo que permitiría contar con unos 7.303 MW de esta tecnología al final de los próximos 10 años, el triple de la capacidad actual.
Y a pesar de que hoy en día la potencia instalada se encuentra aún estancada desde el año 2013 y el PNIEC sigue pendiente de aprobación, el panorama es más que favorable para la termosolar, ya que, por ejemplo:
Tomando en cuenta los datos del mencionado informe de PWC, es muy fácil imaginar que agregar 5.000 nuevos megavatios de energía termosolar a lo largo de la presente década, sin duda, multiplicara los beneficios. En concreto, esa nueva potencia impactaría sobre el PIB colocándolo en 45.587 millones de euros y generaría más de 360 mil empleos.
Por otro lado, la construcción y gestión de las nuevas plantas le permitiría a la hacienda pública recaudar entre 2021 y 2030 más de 3.333 millones de euros. Sin duda se trata de una alternativa energética muy favorable.